miércoles, 25 de marzo de 2009

Iconos de la cultura popular


Como decía el insigne, y nunca suficientemente valorado, Milton Sills, "a la gente le gusta más un ídolo que a un tonto una tiza". Pero ¿qué hay que hacer para convertirse en un mito de la cultura popular? Vamos a ello.

1. El pueblo se nutre de la televisión. Los demás medios no existen. Sólo la televisión (generalista, es decir TVE, Antena 3, Tele 5, las autonómicas, etc. Aquí no entran las temáticas, ni por satélite, ni nada que se le parezca). El cine, internet o la radio pueden crear tipos singulares, pero hasta que no salgan por la tele no darán el salto a la categoría de icono.

2. El ídolo debe tener unas características propias y sencillas que el pueblo asimile e imite hasta el hartazgo. La sobreexplotación del personaje forma parte de la esencia de la cultura popular, luego llega el relevo y el olvido.

3. Mientras dure la veneración del ídolo la rentabilidad (como dicen los bancos) está asegurada. Su imagen se adaptará a todo tipo de merchandising y su persona se hará omnipresente (o como dicen las madres lo mismo sirve para un roto que para un descosido). Así podremos verlo en un mismo día como concursante en "Pasapalabra", como invitado en "Menuda noche" o presentando el especial "Murcia qué hermosa eres".

4. Los representantes de la cultura oficial, la Cultura con mayúsculas, el establishment cultural -es decir entre el 5% y el 10% de la población- rechazarán con desdén, o cuanto menos ningunearán, al ídolo popular; aunque en "petit comité" o en la soledad de su despacho de vez en cuando imiten su jerga, o se partan la caja recordando sus ocurrencias. Pero nunca serán invitados a un debate en la Universidad, o en el Instituto Cervantes, en el Consejo Audiovisual o en 59 segundos.

5. Tras varios años de ostracismo (bonito palabro), durante los que sobrevivirá haciendo bolos en la fiestas patronales del agro patrio, la muchachada freak-outsider-cool recuperará el icono. Estamparán las camisetas con su careto, se colgarán chapas con sus frases, linkarán los videos de Youtube y los reenviarán en cadena, los del Mondobrutto le dedicarán una portada, y los cachorros indies jurarán ante el Dios más indie que conozcan que "jamás ha existido nadie como este tipo".

Una vez desplegada la parrafada teórica vayamos a la práctica.

En la final del Open de Australia de Tenis de 1997, un entonces semidesconocido Carlos Moyá llegó a la final del torneo, pero tuvo la mala suerte de enfrentarse a Pete Sampras y éste lo barrió en tres sets. Cuando el tenista español recogió su premio de consolación y tomó la palabra, su breve y nervioso discurso concluyó con: "hasta luego Lucas". En declaraciones posteriores arguyó que era un saludo a sus amigos. Podría haber dicho lo que dicen todos:"se lo dedico a mis amigos", "esto va para mis amigos", "gracias a mis amigos por el apoyo"...

El raquetista no era más que el reflejo de lo que en ese momento el 90% de los españoles hacían en su vida cotidiana, es decir repetir sin cesar las coletillas del mayor icono popular que ha tenido este país en los últimos veinte años: Gregorio Esteban Sánchez Fernández, alias "Chiquito de la Calzada". Después de toda una vida de trotamundos cantando y jaleando a diversos artistas flamencos la suerte le sonrió gracias a un programa de cuentachistes.

A las pocas semanas su lenguaje había permeado en el pueblo, y el camarero que todos los días te servía el desayuno ya no te daba los buenos días, te soltaba "qué pasa pecador" con la consiguiente sonrisa. Cuando te ibas, el clásico adiós se había transformado en "hasta luego Lucas". Si a un desconocido le pedías lumbre porque habías perdido el mechero y el tipo no fumaba, aprovechaba la ocasión, juntaba los deditos y aullaba "norrrrrrrrrr". Palabras y expresiones como "finstro", "pecador de la pradera", "no puedorrr", "ajandenai" (no sé si habré transcrito bien) pasaron a formar parte del lenguaje común de la calle (el real, no el de la RAE).

El icono estaba creado, Antena 3 lo explotó hasta la médula, se hicieron concursos de imitadores; incluso una marca de snacks lanzó un producto con su imagen y lo llamó "Chiquitazos". Duró más de lo que suele y debe durar un icono de la cultura popular, y en la actualidad, de vez en cuando aparece contando los mismos chistes de siempre en algún programa de variedades producido por José Luis Moreno.

Algún día, espero no muy lejano, paseando entre los mercadillos del Primavera Sound o el Contempopránea encontraré a un gafapasta vendiendo camisetas con su rostro y alguna de sus históricas frases y entonces sabré que el mito ha resucitado.


4 comentarios:

  1. Qué gran razón tienes, gran Doctor.

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  2. Eres muy ¿pesimista?, pero sí que tienes una gran razón, nuestra sociedad se divierte riendose de la gente y cuando se han cansado, se busca a otro tonto para que nos distraiga de las cosas importantes que no salen en la TV

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  3. me ha encantao!
    eso es parte de nuestra cultura, que sería de nosotros sin Chiquito? sin nuestros iconos populares
    me gusta la línea, doctor Zenteno

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  4. Escribe usted muy bien, Dr. Zenteno, tiene madera de articulista (aunque se te olvidó mencionar una insigne frase de Chiquito... "la caidita de Roma"... que creo es de tus preferidas).

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