Semos asín
Durante la dura convalecencia de la reciente enfermedad que me postró en la cama y dejó (aún más) mermadas mis facultades mentales, físicas y psicomotoras tuve oportunidad de dedicarme a mi segunda actividad favorita: ver la tele. La primera, por supuesto, es la lectura detallada, analítica, crítica y dichosa de las obras completas de mi admirado espejo donde alguna vez quisiera mirarme, Dios me lo permita, el insigne dr. Antonio Pineda Cachero, autor de obras emblemáticas como la Teoría Pura de la Propaganda (donde combina la sapiencia y la diversión) y ese epígono de la ciencia llamado Beber Publicidad, obra ante la que me quitaría el sombrero si tuviera uno que encajara sin violencia en mi sesera.
Como la combinación de medicamentos legales prescritos por el facultativo que me atendió impidió que me concentrara con el debido respeto y admiración en las lecturas reseñadas, no tuve más remedio que dedicar el tiempo de curación a la segunda actividad. Y no les voy a engañar queridos amigos, podría decirles que me dediqué a ver esos documentales de animalitos donde los leones devoran a las gacelas que todos los años bajan a beber al mismo río donde todos los años los mismos leones devoran a las mismas gacelas (¿no habrá más ríos?); o ver Cifras y Letras y competir en sabiduría con los ilustrados concursantes; o ver en sesión continua todos los capítulos de alguna serie americana de esas que tanto hablan los muchachos expertos en bajarse de internet series americanas que cuando luego las ponen en algún canal normal renuncian a ellas porque las ve todo el mundo.
Pues bien queridos amigos yo me dediqué a ver El Diario. Lo confieso, ese programa me tiene cautivado, anonadado, extasiado, y más palabras que terminan en ado. Antes se llamaba el Diario de Patricia, pero la Patricia en cuestión, después de un millón de ediciones quiso ampliar su horizonte profesional, dejó el programa y ahora anuncia con Concha Velasco las compresas antimeadas para mujeres de mediana edad en adelante. Para mí sigue siendo un misterio a partir de que edad una mujer se mea sin saberlo y necesita las Indasec, y lo peor es que me pregunto si habrá Indasec para hombres, porque si los hombres no tenemos pérdidas de orina a la ministra Aído le va a dar un síncope, a ver, ustedes me dirán si eso no es discriminación...
Volvamos al programa. En una edición cogida al azar pude disfrutar de los siguientes contenidos:
-Una señora: quiero preguntarle a mi hija si se ha dedicado a la prostitución. La hija la mira como si le hubiera preguntado la hora y responde: no mama, he estado trabajando en bares.
-Un señor con bigote y pantalón vaquero con dragones amarillos: quiero preguntarle a mi pareja si se ha quedado embarazada para amarrarme, es extranjera y tiene 20 años menos. La interpelada responde: no mi amol, no mi amol...
-Una treintañera sobrada de kilos y maquillaje: creo que mi marido no es feliz conmigo porque no puedo darle un hijo; el marido intenta responder pero se ponen los dos a llorar como si estuvieran viendo el final de Titanic y no nos enteramos de nada.
-Una señora con gafas: quiero preguntar a mi pareja si me está siendo infiel. La presentadora pregunta si tiene alguna pista o evidencia. La señora con gafas responde: le he pillado en el móvil mensajes a otra mujer donde dice quiero follar contigo y cosas así. Y luego sigue: por eso tengo dudas de si me engaña...
Lo juro mis queridos oyentes, he intentado desengancharme, ver 59 segundos, el debate de María Teresa Campos, incluso me he descargado Los Soprano y a partir de ahora juraré que es la mejor serie de todos los tiempos, pero no puedo, la carne es débil y cuando estoy en casa por las tardes una vocecilla desde la tele me susurra: ven... enciéndeme... que ya empieza... y vuelvo a caer.
p.d. Este mes en la revista de Ana Rosa regalan el top de Ana Rosa. Pues eso todos al quiosco que se agotan jóvenes...
miércoles, 22 de abril de 2009
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